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La inteligencia de los cerdos

Entre los años 2000 y 2010 se popularizó la tenencia de cerdos como mascota en las naciones occidentales, las cuales, paradojicamente, incluyen esta carne en su dieta de forma general. Tras los años de convivencia hemos sido testigos de multitud de casos en que estas mascotas habían salvado a sus dueños. Otras habían aprendido conductas que hasta entonces no se consideraban propias de este grupo de animales.

¿Por qué no hubo consideración hacia su inteligencia hasta ahora?

El principal punto histórico para no estimar la inteligencia de este grupo de animales es que forman una parte importante de la dieta occidental. Para nuestra sociedad no es ético incluir en la dieta animales que consideramos inteligentes. Ejemplo de ello son los perros o delfines, animales que nadie se cuestiona su inteligencia y a la mayor parte de la sociedad le parece aberrante pensar en incluirlos en la dieta.

Como el cerdo es visto como alimento, lo criamos en cantidades industriales para abastecer a la población. Esto hace que la percepción que tenemos de ellos sea de animales sucios, hacinados en sus propios excrementos. Pero este hecho es sólo una consecuencia de las condiciones de cría en cautividad, y no una conducta natural de los cerdos.

Las sospechas de su desconocida inteligencia

Al observar sus conductas, se aprecia fácilmente que son animales curiosos e intuitivos. Que preparan la cama y que utilizan el barro para refrescarse y cuidar su piel durante el día. Este cuidado de la piel es especialmente importante en animales sin pelo, como los elefantes o rinocerontes. Y no un acto sucio como históricamente se le otorgaba a los cerdos.

En los ámbitos rurales ha habido siempre mayor integración de los animales en la vida diaria de la sociedad. Los cerdos, al igual que el resto del ganado, son sacados a diario de los establos para pastar o ir en busca de alimento y a las noches son llevados de vuelta al establo donde pasar las noches refugiados. Pues bien, en muchos testimonios recogidos los cerdos establecían sus rutas y voluntariamente volvían al refugio nocturno mientras que al ganado bobino había que conducirlo.

Hay casos de cerdos que han sido célebres en sus pueblos llegando incluso a ser indultados. El cerdo utilizado en la búsqueda de trufas, debe ser entrenado para no comerse la trufa cuando la encuentra y esperar por la recompensa. El método de adiestramiento es el mismo que se practica en perros.

La percepción de la consciencia

El hecho de percibir la consciencia del propio individuo es algo que durante años se consideró exclusivo de los humanos, como característica de un ser racional, capaz de pensar y ser consciente de su propia existencia. La mayoría de los animales actúan guiados por instintos primarios sin percatarse de si tienen voluntad propia o no.

El hecho de reconocerse a sí mismos en un espejo es un nivel de percepción avanzado, otorgado a delfines y macacos. Las Investigaciones del doctor Donald Broom en la Universidad de Cambridge (Reino Unido) afirman que el cerdo doméstico es capaz de reconocerse a sí mismo. También experimentan un amplio abanico de emociones, siendo capaces de sentir amor o miedo entre otros.

Inteligencia comparable a un niño de tres años

Los experimentos con cerdos han alcanzado un nivel de complejidad muy alto. En los que se les incita a conseguir solventar dificultades de las que sólo pueden salir si reconstruyen imágenes mentales del problema. Posteriormente buscan mentalmente la solución antes de ponerla en práctica.

Ejemplos:

  • Pueden manipular un control remoto para obtener el resultado que desean.
  • Son capaces de memorizar largos recorridos en busca de algo que ya conocen.
  • Pueden descifrar enigmas a través de un espejo que reflecte la imagen.
  • En juegos de persecución con dos individuos, sucede que cuando uno descubre el enigma, de primero el otro lo persigue, pero el primero trata de engañarlo para obtener para sí mismo toda la recompensa.

Este tipo de habilidades son posicionadas por los expertos en el desarrollo cerebral humano a partir de los 3 años de edad.

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